Mitos y Leyendas


La carreta Nahua
Foto: Alberto Gonzalez Tellez
La carreta es un medio de transporte usado por los españoles (y traido por ellos) para movilizar a los indígenas encadenados para su venta como esclavos. Esto, que frecuentemente realizaban durante la noche y era muy cruel, sea posiblemente la causa que dio origen a esta fabulosa leyenda, la cual siempre ha estado relacionada con la muerte.

La carreta nahua se escucha en el silencio de la noche por las calles de la ciudad y los caminos solitarios. Sólo es visible a los recién nacidos, los mudos de nacimiento, y los que están en trance de muerte. Cuentan que cuando otra persona logra verla caen enfermos, presos de fiebres, y a veces locos.
Foto: Alberto Gonzalez Tellez
Los que han logrado verla dicen que la carreta es vieja, ocupada por esqueletos y almas en pena del purgatorio que llevan en la cabeza capuchas blancas y que portan en sus huesudas manos candelas encendidas. Algunos afirman que en ocasiones los esqueletos entregan a las personas que encuentran en sus caminos las candelas, y cuando la carreta se aleja, se dan cuenta y se llenan de terror al escuchar sus tenebrosos traqueteos y el estruendo de sus ruedas al rodar por el empedrado.

Dicen que la carreta pasa por las casas esperando apresar las almas de aquellas personas que llenas de curiosidad salen a verla para después venderlas al Diablo. Los que han logrado verla aseguran que la carreta Nahua es fea, floja, destartalada, y sus ruedas con chataduras son
conducidas por la muerte quirina envueltas en un sudario blanco. La carreta Nahua no puede avanzar por las esquinas que forman una cruz y que cuando llega a ese lugar se queda parada y regresa; otras desaparecen y reaparecen más adelante en la próxima calle. 
Fotos: Alberto Gonzalez T

 
La Mocuana
Foto: Alberto Gonzalez Tellez
En el año 1530, los españoles realizaron una expedición armada en territorio Nicaragüense para ampliar sus dominios y sus riquezas.
En esta incursion, los españoles lograron reducir a los indios de Sébaco, habitantes de la Laguna de Moya. El jefe de la tribu una vez vencido obsequió a los conquistadores bolsas llenas de pepitas de oro.
La noticia en España de que los conquistadores habían regresado con grandes riquezas llamó la atención a un joven cuyo padre había muerto en esta incursión.
Decidido el joven, se incorporó a una expedición y después de un largo recorrido llegó a suelo Nicaragüense donde fue muy bien recibido por los pobladores, creyendo que era un
sacerdote.
En Sébaco el joven conoció a la Hermosa hija del cacique y la enamoró con intenciones de apoderarse de las riquezas de su padre.
En cambio, la joven India se enamoró perdidamente del español y en prenda de su amor le dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes afirman que el español sí llegó a enamorarse de la joven India.
El cacique, al conocer el sentimiento existente entre su hija y el extranjero se opuso a la relación entre ambos por lo que se vieron obligados a huir donde la furia del cacique no los alcanzara, pero este los encontró y se enfrentó previamente contra el español logrando darle muerte, después de lo cual encerró a su hija a pesar de que estaba embarazada en una cueva de los cerros.
Hay versiones que aseguran que fue el español quien encerró a la India, después de apoderarse de los tesoros.
Cuenta la leyenda de la Mocuana que con el pasar del tiempo enloqueció en su encierro del que logró salirse por un túnel pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo a un abismo y desde entonces aparece por los caminos invitando a los caminantes a su cueva, dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, solo su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra.
En algunos lugares cuentan que cuando la Mocuana encuentra a un niño recién nacido lo degolló y le deja un puñado de oro a los padres de la criatura. Hay otras versiones que aseguran que lo llevan dejando siempre las piezas de oro.
La leyenda de La Mocuana también se puede resumir así: Ha muchos años, en los primeros días de la Colonia, la noticia de los yacimientos de oro que según fama había en los dominios del Cacique de la tercera Villa de Sébaco, llevó allí a muchos españoles, que fueron muy bien recibidos por el indio, quien les entregó tamarindos de oro para que los enviasen al rey de España.

Después del obsequio, el Cacique rogó a los extranjeros que se alejasen y no volviesen. Estos aparentaron hacerlo, pero al poco tiempo regresaron; y esta vez con deliberadas intenciones de sojuzgar al jefe indio. Habiéndolo sabido este, escondió sus tesoros. Únicamente su hija conocía el secreto del escondite. Los españoles fueron derrotados.
Pasó el tiempo y habiendo llegado uno de los hijos de los viejos españoles vencidos, se enamoró perdidamente de la hija del Cacique, que era muy bella. Esta correspondió el amor; y como bien sabía ella que su padre se opondría rotundamente al matrimonio, huyó con el español.

Generosa, le dio a su amante europeo las riquezas que poseía y este, satisfecho, y no esperando nada más de la pobre india, la encerró en la cueva de un cerro y le tapó su salida; pero ella, conocedora del lugar, logró escapar por otro lugar.

La actitud de su amante le causó la perdida del juicio y se convirtió en la bruja La Mocuana... Desde entonces se aparece en los caminos e invita a los transeúntes a seguirla hasta la cueva. La gente dice que nunca le han podido ver el rostro; solamente su larga y cimbreante figura y su preciosa cabellera.

Aquí termina la leyenda de La Mocuana.






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